01 octubre 2013

0 DE CUANDO ESCRIBIMOS: "ZAPATERO, CERO PATATERO".

 
El viernes 20 de mayo de 2005, tal como se puede constatar fácilmente, escribíamos en nuestras Paridas Grillescas un fermoso artículo de fondo titulado "Zapatero, cero patatero".  El camarada llevaba un año y un mes de mandato y, como a los melones, ya le habíamos calado. Quiero decir que ya sabiamos de qué percal estaba hecho, tal como indicábamos gloriosamente en el titular. Hasta que se fue del sillón presidencial  (21 de diciembre de 2001) pasaron tantas cosas en la misma dirección que -ya por intuidas y presabidas- nos producían más risa que lástima aunque conocíamos el final: España iba a quedar convertida en un erial, si bien hay que reconocer que el mérito no fue sólo de tan bello e inane ejemplar político.

Como hoy -siguiendo las más modernas técnicas burropedagógicas- nos hemos levantado con la necesidad de elevar y magnificar nuestra autoestima, se nos ha ocurrido rescatar el artículo que citamos más arriba para que así el posible lector pueda decir: pero qué listo, preclaro, adivino y perspicaz era el Puñetas por aquellos tiempos. Porque, encima, no sólo hablábamos de don Zapatero-cero-patatero sino también de los anteriores presidentes del gobierno de la democracia más reciente, esa que algunos llamamos lisa y llanamente, idioticracia. Pasen y lean a ver si no teníamos razón entonces. Ahora ya no sabemos ni la hora que es, ni en qué país vivimos, ni si estamos soñando o estamos muertos. Por no saber ya no sabemos ni lo que vamos a poder comer mañana, si es que hay algo que comer.

"En España, quizás como reminiscencia de que alguna vez fuimos un imperio, los gobernantes tienen tendencia a inmiscuirse en medio mundo, para arreglar lo que no tiene arreglo, mientras en casa dejan el cuarto de estar hecho una pocilga, los dormitorios con un metro de polvo y la cocina con restos de comida de dos décadas. 

Por no remontarnos mucho, recordaremos simplemente a los presidentes de gobierno de la reinstauración democrática. El primero, Adolfo Suárez, tuvo que hilar muy fino para hacer encaje de bolillos y pasar de una España de la dictadura franquista a un país democrático. Pese a tan difícil empresa tuvo tiempo para dedicarse a intentar resolver el problema árabe-israelí y alguno que otro de Hispanoamérica. Tras Adolfo vino Leopoldo, que duró cuatro días. Sólo le dio tiempo de pasar a la historia -junto a su piano- metiéndonos de patitas y sin avisar en la OTAN. Fue su gran contribución a la solución de los problemas de la sociedad internacional.

Luego vino Felipe el cariñoso, psocialista de jamón serrano (para diferenciarlo de los socialistas de pata negra), que pronto comenzó a aburrirse con los problemas nacionales: la vivienda, el paro, la sanidad, la educación…. Minucias. Así que se puso a resolver las grandes plagas de Egipto, de Palestina, de numerosas repúblicas de todos los confines del universo. Tan entretenido estaba (junto al tingladillo de la UE) que se enteraba de lo que pasaba en España por la prensa. Mientras el jefe trabajaba por la paz mundial, muchos de sus camaradas de partido trincaban, golfeaban y delinquían a manos llenas. Y él, capitán tan-tan de medio mundo, sin enterarse de la pomada. 

La ciudadanía decidió poner en su lugar a un señor opuesto, muy serio y burócrata, para que ordenara el piso y controlara a los trincones. Que le dieran morcilla a los problemas del orbe planetario. Y así empezó su labor el honrado Aznar, pero pasado algún tiempo se aburría como una ostra con los problemillas de su país: esa pesadez de los derechos sociales, controlar el robo de la vivienda y de la banca… Así que se metió en otros berenjenales, incluidos la declaración de guerra a terceros países. Tan ocupado estuvo con lo de Irak que ni se olió la que se preparaba en los trenes de Madrid allá por el mes de marzo. 


Como castigo, el pueblo (que es tonto, pero a veces tiene un olfato de sabueso) decidió regresar a la simpatía de los camaradas psocialistas, personificada en el bueno de Zapatero. En estas estamos tras un año de reinado. Y el que parecía tontito (algo le pasó al Rey de España, cuando lo cuidaba el franquismo), nos ha salido la mar de redicho y sorpresón. Un liante que, en un par de añitos, puede ahogarse en la telaraña que él solito ha construido sin necesidad. Su problema mayor es que, enemistado con los EEUU por un quítame allá unos soldaditos que ayudan sólo humanitariamente pero hacen bulto en el avispero de Irak, en el exterior tiene poco que hacer pues de su volubilidad no se fía nadie excepto el carcamal de Castro o el pelagatos Chavez, un deficiente mental que es capaz de calificar a Aznar o Bush como más totalitarios que Hitler. De modo que lo de imitar a sus predecesores metiéndose a arreglar el mundo mundial no va a ser posible, por mucha alianza de las civilizaciones que se haya sacado de la manga, y que sólo provoca hilaridad y ataques de risa en las cancillerías de medio planeta. Así que don Zapatero va a actuar dentro de España como si estuviera trabajando fuera de ella. 

Aunque lleva tan poco tiempo en la poltrona, el camarada ya está aburrido de los pequeños temas domésticos. No resolverá el problema de la vivienda (que en 8 años ha duplicado su precio), ni la inseguridad ciudadana, ni los abusos de poder de las grandes corporaciones, ni el analfabetismo educacional, ni las listas de espera en los hospitales, ni los miles de muertos en las carreteras… Quisicosas que deja a sus subalternos y subalternas, una camada de lo más estrambótica y peregrina, para que se entretengan en los ratos de ocio y salgan en la tele. A él le ponen los grandes temas. Sobre todo, dos: dar la vuelta al calcetín constitucional y de organización del Estado, para volver a ser un segundo Suárez, y apagar definitivamente el fuego del terrorismo etarra. Y en ello está. A cuerpo descubierto, sin paraguas y casi en pelotas. Con el principal partido de la oposición en contra (más de diez millones de votos), gobernando con el apoyo de un partido que odia todo lo que huele a español (ya lo saben hasta en Israel), echándose encima a las víctimas del terrorismo etarra (el vivo al bollo y el muerto al hoyo, nuevo eslogan de don Pepe Luí) y haciendo juegos malabares que lo mismo le explotan (nos explotan, que es lo peor) entre las manos y piernas. Por ello, porque ha empezado demasiado pronto a mirar a la gente con aires de suficiencia y porque ni se sabe a donde va ni de donde viene, la nota que en este final de curso escolar le pongo es de un cero patatero. 

Ojalá que el próximo curso estudie más y mejor, se lea los libros oportunos, se busque los apoyos adecuados y saque un sobresaliente o matrícula de honor. Más que nada por nuestro bien". 


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