13 octubre 2013

0 LA CURPA DE TÓ LA TIÉ LA FEÍSIMA DE LA ALAYA


El otro día, cuando a la juez Alaya le dio por ir a la caza y captura de varios sindicalistas trincones (más algún banquerucho y empresariote amigos de lo ajeno), a la hora de dormir, un centenar de camaradas se fueron hacia el juzgado para amenizar con sus gritos (habitualmente poco imaginativos) la declaración de los mangantes ante la juez, más que nada a ver si ésta se acojonaba y no sólo los dejaba en libertad sino que -encima- les daba una indemnización en desagravio. Ya se sabe que en este país todo el mundo es honrado y decente hasta que no se demuestre lo contrario, pero algunos parece que -aunque los pillen con las manos en la masa- lo han sido, son y serán siempre por obra y gracia de pertenecer a un sindicato de "clase", o a un partido político o a una "clase" empresarial y financiera cuyos negocios son siempre lícitos y honrados. A ver, ¿quién es el imbécil que cuestiona tan sacrosanto dogma?

El mundo se divide en clases, según el famoso discurso marxista. Sólo que en estos tiempos desnortados y cleptómanos (en lo material y en lo intelectual) la clase de los buenos la forman los que trincan y la de los malos, los trincados. 

Siguiendo este sencillo razonamiento allí estaban por la madrugá haciendo un escrache a la jueza. Por tonta, pues lo que tendría que haber hecho desde hace tiempo es mirar para otro lado, pasar los papeles a otros colegillas con las espaldas más anchas o haber aceptado algún premio gordo por dar  cerrojazo al asunto. De un tiempo a esta parte, eso es lo que muchos esperan de un funcionario público. Pero como no se fían (y hacen bien), y con algunos fallan los sistemas de control (el miedo, el mobbing, la resignación, el dedícate a cobrar a fin de mes y cierra ojos, boca y oído), han montado desde hace años una administración paralela para que se dedique a realizar ese trabajo sucio que muchos funcionarios honrados no quieren hacer, pese a los beneficios que eso tendría para su salud física y mental. 

Formando parte de esa administración paralela, en Andalucía, el reino de taifas que nos cae más a mano, están los sindicatos UGT y CCOO (el resto de la peña son considerados como apestados) y la domesticada patronal. Más de treinta años llevan "concertándose socialmente" para que Andalucía sea una balsa de aceite para el partido gobernante, el mismo de siempre -PSOE- y lo que te rondaré morena. Así que todo queda en casa, bien controlado, junto a los primos hermanos de IU, dispuestos a echar siempre una mano si los bárbaros del sur -el PP, de fuerte olor a rancio y sideral ineptitud política- amenazan en alguna ocasión con ocupar el castillo de la Junta. 

Y eso estaban haciendo esa noche las huestes más arrojadas de los dos "grandes" sindicatos: intimidar a la juez con las habituales soflamas que aplican cuando quieren tenérselas tiesas con quien les lleva la contraria. Y la contraria, la juez Alaya, quería empapelar a unos inocentones miembros del sindicato que -parece, es posible, puede ser, hay indicios...- se lo han llevado crudo para luego repartirlo entre los pobres, por supuesto. Si esa noche, huérfana de sindicalistas airados, usted o yo, seres anónimos y vulgares, hubiéramos acudido al juzgado a ciscarnos en esa u otra juez porque estaba empapelando injustamente a un familiar o amigo, ¿adivina cuántos segundos habría tardado la policía en quitarnos de en medio y a cuánto ascendería la multa por atentado a la autoridad? Los sindicalistas (y otros miembros y miembras del mundejo politiqueril) tienen barra libre para despotricar contra quien sea pues ellos tienen libertad real de expresión, no los muertos de hambre y los lobos solitarios. Ellos, los sindicalistas y políticos, son los que hablan en nuestro nombre, claro está. Por eso cobran y por eso son inmaculados y traslúcidos.

Al día siguiente, el vicepresidente de la Junta (un vivales que lleva sin dar un palo al agua, viviendo del cuento, desde hace treinta años o más) defendía la actuación de los airados sindicalistas. Incluso los sindicatos, a través de sus portavoces, han manifestado días después que su protesta no iba contra la juez. En fin, la sinvergonzonería politiquera de siempre: el ciudadano es tonto de capirote y le podemos decir que dos y dos son cinco porque se cree que los burros vuelan. ¡Oye, y qué bien les va a estos tíos con semejante langostinada!

Algunos ciudadanos durmientes han tenido una ocasión más de despertarse viendo cómo se las gastan estos impresentables cuando son ellos los que están siendo investigados, por chorizos y trincones. Otros ciudadanos, recién levantados de la siesta, piensan que la juez Alaya está pisando tantos callos que cualquier día la mandan con el carrito al otro barrio o le quitan el carnet de empapelar delincuentes. Tranquilos: no harán falta métodos tan excepcionales porque, más arriba de la juez, todo el follón está "democráticamente" atado y bien atado. Los chorizos (véase el final del caso Malaya) brindarán con champán en la sala de vistas y podrán vivir felices y contentos en su chalé con la cartera bien repleta y la honra por las nubes. El final de la villanía y de la farsa ya está escrito desde hace tiempo (¿a qué creen que ha venido Susana sino a rematar la faena de aliño?) y sólo hace falta que (date prisa, juez, la instan desde todos lados) se acabe la instrucción para que todo lo hecho por Alaya se vaya a hacer gárgaras y aquí paz y después gloria. La paz de los muertos y la gloria de los "vivos". 

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