20 octubre 2013

0 MARCHANDO UNA DE LACITOS ROSAS

De unos años a esta parte no hay día en que no se celebre o recuerde algo. Así que ayer fue el "día del cáncer de mama". ¿Y para qué sirve tal día? Pues para que todo el mundo, especialmente el que vive de la propaganda y del escaparate social, se "solidarice" con las mujeres que han tenido o tienen un cáncer de mama. Es curioso, pero también hay hombres que lo padecen, aunque en proporción con las féminas, son minoría. Y es curioso que la palabras "pecho" o "teta", las habitualmente usadas,  hayan sido arrinconadas por la mucho más aséptica de "mama". Aquí, cuando algunos se ponen en plan finolis y meapilero, no dan puntada sin hilo.

Como es natural, nadie en su sano juicio (aunque cada vez hay más locatos que ponen tanta efemérides en cuestión)  se atreve a decir en alto lo que muchos hablan en susurros: que la solidaridad con la desgracia ajena no se soluciona con lacitos rosas (¿todavía, a estas alturas, seguimos con el rosa femenino y el azul masculino?) ni lanzando miles de globos rosas al cielo, ni produciendo decenas de spots publicitarios, ni llenando el WhatsApp del color de la más famosa pantera televisiva. Esto de la solidaridad a golpe de corneta publicitaria me suena a simple manipulación de masas. "Estoy contra el cáncer de mama", "Es una enfermedad muy dura", "Se sobrevive"... Vale, ¿y....? Hasta el año que viene, ¿no?

Uno reconoce que hay gente de muy buena fe a la que sólo se le ocurre llevar un lacito rosa los 19 de octubre pero, ¿qué decir de todos aquellos que, teniendo capacidad de actuación en el tema, sólo aprovechan el mencionado día para salir en los medios y lavar su imagen? ¡Si hasta los equipos de fútbol se han puesto el lacito! Un pequeño e ingenuo gesto que, multiplicado por millones de personas en el mundo, hará desaparecer el maldito cáncer. Si es eso lo que se pretende, bienvenido sea, aunque parecerían más lógicas otras propuestas:

Exigir a los representantes públicos que las personas con cualquier tipo de cáncer no tengan que pagar nada del tratamiento. (Curiosamente, desde hace poco, un nuevo recorte obliga a pagar el 10 % del tratamiento. Los hijoputas del recorte seguro que también se han puesto el lacito rosa y han soltado unas lagrimitas por tan dañina enfermedad).
Contemplar en la legislación laboral que ninguna persona enferma de cáncer pueda ser despedida, ni durante el transcurso del tratamiento curativo, ni durante los años posteriores hasta una previsible curación.
Popularizar los estudios de diagnóstico preventivo del cáncer  y examinar a todas aquellas personas que, dentro de su familia, hayan tenido algún caso diagnosticado. 
Vender a diestro y siniestro los valores preventivos básicos que puedan diferir o impedir la aparición del cáncer (con programas televisivos, por ejemplo, pues basta ya de usar la tele como mero estercolero): situaciones de estrés, mala alimentación, polución medioambiental, etc. Por supuesto, nada de eso se hace, ni desde las esferas públicas ni desde el ámbito privado de cada cual. 
Investigar, denunciar y prohibir todas aquellas sustancias y alimentos que están en el punto del origen de cierto tipo de cánceres, como el de mama: desodorantes, por ejemplo.

En este mundo maravilloso de Alicia, en el que está instalada una gran mayoría de los ciudadanos más pudientes del planeta (nadie se imagina el tingladillo de los lacitos rosas en un país muerto de hambre), no estaría de más que se debatiesen cuestiones tan simples como ésta: ¿el cáncer de mama está relacionado con la incorporación de la mujer al mundo laboral salvaje? ¿tiene mucho que ver con el doble trabajo que la mayoría de las mujeres trabajadoras realizan, tanto en casa como fuera de ella? ¿el uso y abuso del tabaco, alcohol y otros medios depredadores de la salud humana, incorporados por muchas féminas en su nuevo rol moderno de igualdad (en lo peor) con el macho, tiene algo que ver con la proliferación de cánceres que antes no abundaban tanto, como es el caso del de mama?

Sabemos que hay preguntas que son muy incómodas, pero no estaría de más que -aunque sólo fuese el 19 de octubre- se contestasen por esa patulea de expertos que inunda el mercado y que suelen callarse como muertos salvo cuando son contratados por el poder político para elaborar dictámenes y dossieres que a éste le vienen cojonudamente. Sabemos que la buena conciencia, y la inanidad de nuestras maravillosas y entretenidas sociedades occidentales, se cura muy baratamente: un lacito rosa aquí, uno negro allá... pero no estaría de más un compromiso más profundo, personal y colectivo, con las raíces profundas que están llevando a que el cáncer (no  sólo el de mama) sea la enfermedad del presente, junto al infarto y los accidentes de tráfico. ¿No tiene nada que ver todo ésto con nuestro maldito estilo de vida? ¿Admitiríamos un impuesto especial para investigar, prevenir y curar el cáncer? ¿Es digno y decente que un investigador del cáncer cobre infinitamente menos que un futbolista o actor famoso, que un politicucho de mierda o que un empresario que fabrica chorradas?

Aquí entendemos todo pero somos muy remisos a aceptar muchas actitudes que pasan por bienpensantes y lustrosas, así que el famoso lacito rosa nos importa bien poco si no va a acompañado de una actitud militante, crítica, feroz incluso, contra lo que estamos haciendo fatal en la lucha contra esta y otras enfermedades. Avanzamos a paso de tortuga porque, en el fondo, la fabricación del cáncer ajeno sigue siendo un BUEN NEGOCIO. A buen entendedor...   

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