0 FÚTBOL ENLOQUECIDO

Venimos diciendo hace años que el mundejo del fútbol es el nuevo opio del pueblo. Hay gente que le tiene tal adicción que riámonos (je, je, ji, ji) de la que produce el tabaco, el alcohol y el hachís... ¡juntos! Lo que es un juego más bien anodino y aburrido por arte de la cosa politiquera y económica ha devenido en el rey de los deportes y del mambo. Naturalmente no es por casualidad: en los estadios en los que se proyecta caben grandes masas (y la masa es, por definición, muy dosmesticable) y tanta gente poniendo pasta gansa es garantía de negocio y trinque. Por eso, desde hace bastantes años, han entrado a dirigirlo, a nivel global y particular, gentes de rico patrimonio. Para aumentarlo, claro. Y para obtener otros réditos más intangibles pero igual de apetitosos: fama, proyección y enchufes. No debe extrañar que en Santander los aficionados protesten contra la junta directiva a la que quieren echar al grito de "fuera chorizos", que en casa Barça hayan pillado a su presi haciendo encajes de bolillos con el fichaje de Neymar (¿quién se iba a creer que el niñato iba a costar sólo 50 kilos de machacantes?) o que en Sevilliya un tal Del Nido haya tenido que salir por piernas del club ya que es difícil dirigirlo desde la prisión. Pese a todo ésto, y a pesar también de que el mundo del fútbol trata a patadas a los aficionados (caras entradas, jornadas ligueras kilométricas, partidos soporíferos...), el "espectáculo" ha logrado consolidarse como el "más grande del mundo". Hace poco el principal telediario de Colombia dedicó 45 minutos a la lesión del dios Falcao. Mucho más tiempo que el que televisión alguna ha dedicado a la firma de la paz entre las Farc y el gobierno, por poner un ejemplo. Y si eso ha sido así es porque el terreno ya está abonado para cualquier idiocia de este estilo: el fútbol como droga, como adormidera de conciencias, como exprimidor de las bajas pasiones, como fórmula de hacer patria grande o chica, como medio de aborregamiento de las masas. Un fútbol enloquecido por locos muy cuerdos para disfrute de cuerdos ya enloquecidos con tanta ración de balón y pelota que pagan a precio de caviar.