El actual presidente de la república francesa, un tal Francisco Hollande, será todo lo incompetente que sea (va camino de hundir al país vecino, a semejanza de lo que hizo su homólogo Zapatero) pero de lo que no se puede dudar es que sea impotente. Ni antes ni ahora, a sus 59 años, fue y es un tipo físicamente resultón y guaperas. Tampoco un un cachondo o un sentimental (eso dicen algunos allegados), pero hete aquí que es el gran jefe de la política en Francia, y eso, las dotes de mando y el ejercicio del gobierneo, son cosas que gustan mucho a cierto tipo de mujeres: políticas, periodistas o faranduleras, un suponer. Precisamente esas son las profesiones de las tres féminas que en cuestión de un par de años se han visto fascinadas por la erótica del poder que derrocha mesié Hollande. La primera, Ségolène Royal, que iba para primera dama de la grandeur francesa, se quedó en nada en cuanto el mesié puso el ojo en la periodista Valérie Trierweiler, 48 años frente a los 60 de la anterior. Ahora el camarada socialisto (para asuntos de cama y almeja, que no para sanear el país) anda liado, a escondidas y usando casco de moto, con la actriz Julie Gayet, de 41 años. Obsérvese cómo el amigacho las va escogiendo cada vez más jóvenes, asegurando algunos que la próxima ya será treinteañera. Debe ser que las tareas de gobierno son escasas y que el buen hombre se aburre mucho en el Palais de l'Élysée, de modo que se comprende sus ganas de darle emoción y aventura a su rutinaria vidilla de gobernante. Para ello qué mejor que las canas al aire y los cambios de pareja y catre, aunque para ello tenga que disfrazarse de motero e ir esquivando a la prensa enemiga, a la que ahora los bien pensantes y meapilas (el propio Hollande y su nuevo fichaje presuntamente amoroso) quieren empapelar por publicar lo que todo francés debería saber: que a su máximo jefe lo único que le preocupa son sus asuntos sentimentales y erotizantes mientras que la lucha contra el paro, la corrupción o la crisis de la ciudadanía se la traen floja. “Los asuntos privados se tratan en privado” —ha dicho a la prensa este don Juan de medio pelo, metiendo la pata y la polla hasta el corvejón, porque el presidente de la república lo es las 24 horas del día, incluso cuando chinga con una dama, a la que la ciudadanía francesa le paga (por transferencia) el piso, los perfumes, las chocolatinas y quién sabe si hasta la cirugía estética. Algunos piensan que siempre es preferible un presidente bien follado a uno que no puede ni mear (lo que le ocurría a Franco y por eso nos jodió tanto y durante tantos años). Un gobernante feliz, relajado y enamorado (aunque sea de una zorrilla de medio pelo) siempre intentará que la ciudadanía siga sus pasos. Con mesié Hollande se comprueba que esta teoría no siempre es cierta: el pifostio que ha montado el mandamás franchute es bien fermoso. Si no sabe poner orden en su casa y en su bragueta, ¡qué coño va a saber poner en un país de casi 70 millones de habitantes!
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