18 noviembre 2013

0 UNA JUSTICIA DESPRESTIGIADA


Once años han tardado los señores de la justicia para resolver aquel desastre del Prestige. Tanto tiempo para llegar a la conclusión habitual: los chorizos y los políticos no son responsables de nada. Así que, todos a la calle. El Prestige nunca existió, chin pon… Como es natural el fallo judicial (nunca mejor dijo lo de “fallo”) ha sentado fatal a mucha gente, incluido el Puñetas, sólo que al muá le han asqueado la mayor parte de los fallos más famosos de las últimas décadas mientras que a cierta gente sólo les molestan determinadas sentencias interesadas. Así, a mucho ecologista suelto y a sectores de la presunta izquierda (psoe, nietos y sobrinos) el fallo “desprestigero” les ha parecido deleznable, por lo que han puesto el grito en el cielo. Pero sin ir más lejos, hace unas cuantas semanas, ante el fallo de Estrasburgo y la consiguiente excarcelación apresurada de etarras y psicópatas, los mismos tipos no dijeron ni mu. Es más, aplaudieron en privado y hasta en público, contentísimos de haberse conocido. El único que no abre la boca, porque todas las sentencias le van de perilla, es el gobierno (o lo que sea) que tenemos los españoles cual espada de Damocles sobre nuestras carteras y cabezas: hágase la justicia que a mí siempre me conviene. Y en eso está Rajoy, el de los hilillos de plastilina del Prestige. La justicia y sus tortugueras resoluciones absolutarias (¿cuándo dirán lo que nos cuesta un proceso de 11 años que al final queda en nada?) son asumidas por los politicastros según sus intereses particulares o ideológicos, siguiendo el plan constitucional de una justicia propia a la carta. Justicia que se reparten los partidos mayoritarios (usando a sumisos jueces como peones de brega) con la desfachatez con que ya nos tienen acostumbrados en otros ámbitos. La misma desfachatez con la que el tribunal supremo aprueba o desaprueba la ley Parot en función de las conveniencias políticas de cada momento. Algunos jueces son tan listos (¿o usables?) que son capaces de fallar una cosa y su contraria ¡usando idénticos argumentos! De modo que, con Prestige o sin él, ¡un hurra por la justicia desprestigiada! ¡Hip, hip, hurra, hip, hip, hurra! (Venga, otro vaso de vino que pagan los idiotas de siempre).

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