El otro día el señorito Mas decidió darse un garbeo por Israel para vender su proyecto de no se sabe qué (a ver cuando dice de una vez que es independentista). Entre las muchas paridas que formuló en la visita (que ha costado un pastón al erario público, pero eso qué importa a nadie) estuvo muy gracioso lo de comparar Cataluña con Israel, pero más divertido aún fue decir que (no consta que don Mas estuviera bebido) "en muchos aspectos, sobre todo culturales, Catalunya se erige como una especie de anomalía en España." Lo cual no se sabe si es un insulto a España, a Cataluña o a ambas. En todo caso la anomalía es él, borracho de ego. Un iluminado de última hora al que se le van a quemar las pestañas, el culo y la barriga en cuanto los catalanes centrados se den cuenta que este Moisés les toma el pelo y les lleva al desastre. Otro que tal baila es Junqueras, el camarada de Esquerra Republicana. Se le ve tan lanzado, pese a los kilos que le sobran, que cualquier día de éstos sale al balcón de la Generalitat y dice eso tan bonito de “Ya semos independientes”. Luego cerrará el balcón y se quedará a esperar la reacción de Madrit comiéndose una ración de fuet. Pese a su condición de “historiador”, parece que don Oriol haya leído más libros de fábulas y cuentos de ciencia ficción que de historia. También el otro día se descolgó con esta fantasía digna de Alicia: "Si hemos sacado a dos millones de personas a la calle, ¿quién dice que no podemos parar la economía catalana durante una semana?”. Cree el iluso que a un toque de corneta suyo todos los catalanes se van a doblar de cintura ante su oronda imagen y que con esa protesta el PIB y el POB español se van a desplomar y desplumar. Francamente, uno no sabe quién es más anómalo, hablando de sentido común, ideas y racionalidad, si el señorito Mas o el camarada Junqueras, dos extremos políticos ideológicamente antitéticos unidos por un delirio común: sacar a Cataluña del mapa. Hay ideales patológicos que suelen llevar al desastre (de eso pueden dar fe en Israel). Quizás un día no muy lejano muchos catalanes y españoles sufran las consecuencias de estos dos anómalos botarates, si es que no se les para los pies. Lo malo es que ya será demasiado tarde para lamentarse: los platos rotos siempre los pagan los idiotas. Y el que no se lo crea no tiene más que leer libros de historia...
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