03 octubre 2012

0 ADIÓS, CATALUÑA






“El caporal de los mossos d'esquadra aparecía precipitadamente para entregarle al cabezudo mariscal Pujol una maleta con el rótulo «Banca Catalana» a ambos lados. El cabezudo limpiaba el contenido y metía precipitadamente también la pasta en sus bolsillos, mientras seguía bailando. Las huestes concentradas en el Palau de la Música, al percatarse de la operación, mostraban su euforia prorrumpiendo en vítores y aplausos.

No se trata de ninguna fantasía: esta gesta sucedía cada noche en Barcelona ante dos mil personas, realizada por nuestra milicia. Poco tiempo antes, Banca Catalana había sucumbido, hostigada por unos cuantos prohombres del catalanismo, los cuales, bajo la noble divisa Todo por la Patria, se dedicaron a exprimir dicho símbolo de manera literal, no metafórica, como la Guardia Civil. El batallón de vivales que tenía encomendada la vigilancia de las arcas lo encabezaba el mariscal Pujol, antes de ser nombrado Reichführer y también antes de negarse a prorrogar la letra de la compañía, una letra que, afortunadamente, nada tuvo que ver con la hecatombe bancaria. Una vez ascendido el Mariscal a la presidencia del Reich regional, el fiscal general del Estado instruyó una querella contra el clan de marrulleros y su capo, por asalto injustificado al botín con resultado de evaporación. Fue entonces cuando el Mariscal realizó uno de los actos cumbre de su ensalzada carrera político-militar: disfrazó en ataque a Catalunya lo que solo era una acción de la justicia española contra un presunto sablazo en el que se hallaba implicado. El Mariscal organizó manifestaciones y proclamas, acusando al enemigo español de un ataque desleal a Catalunya.

La hazaña constituyó el punto de inflexión definitivo en la política regional. En la historia de la Catalunya moderna este episodio fue trascendental para comprender muchas de las cosas que han venido sucediendo. A partir de aquí, la simulación de hostilidades con el Estado español permitió encubrir cualquier amaño, mientras pareciera realizado en beneficio de la etnia oprimida. Comprobado el éxito de la argucia y bajo el lema «Ara és l'hora, catalans», que en cristiano vendría a ser «maricón el último», los elegidos se lanzaron al asalto del erario público con un éxito sin precedentes. Aquellos que no lo consiguieron momentáneamente, es decir, el resto de la élite autóctona, advirtieron que solo era cuestión de aguardar la ocasión y permanecer agazapados esperando un día imitar al jefe, el cual, como era previsible, salió judicialmente indemne de toda sisa o saqueo bancario, exceptuando el aura de rapacidad que ha compartido con la familia.

La paciencia los ha premiado a casi todos, y, con los años, nadie se ha quedado sin ración. Nacionalistas radicales, moderados, escépticos, juiciosos, indecisos, conformados, tibios, pacíficos o completamente sonados, todos han obtenido su parte del desvalijamiento patrio con cargo al contribuyente.

Para ello, el Gobierno regional desplegó un esfuerzo colosal de imaginación, inventando nombres altisonantes que dieran empaque a las miles de sinecuras repartidas. Encontraríamos cientos de ejemplos: Dirección General de la Memoria Democrática, Oficina de Promoción de la Paz y los Derechos Humanos, Departamento del Colectivo Gay, Lesbianas y Transexuales; Consorcio para la Normalización Lingüística, Consejo Asesor del Desarrollo Sostenible de Catalunya, Patronato pro Europa, Instituto del Mediterráneo, Oficina de la Gente Mayor Activa, Área de Historia y Pensamiento Contemporáneo, etc. En fin, un paraíso para los elegidos."

Albert Boadella: "Adiós, Cataluña.". Editorial Espasa Calpe 2009.

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