02 marzo 2012

0 HERIDAS






"Hoy, que has vuelto por unos días al pueblo, mientras que tomamos estas cervezas y tú, como siempre, no dejas de reírte o de estar queriendo reírte, hago cuentas y me asombro cuando me salen casi veinte años desde la última cerveza que nos tomamos juntos. Casi veinte años; más de los que teníamos nosotros entonces. Nos habíamos conocido en la escuela nocturna de alfabetización, allá por el año 64. Los dos trabajábamos en el campo y los dos queríamos aprender algo más que leyes de besanas. Nació entonces una de mis mayores amistades de juventud. Una amistad que no rompió ni tu madrugador noviazgo con aquella muchacha ni mi querencia de libertad. Una amistad que quedó marcada para siempre con otras tintas la tarde aquella que entré por primera vez en tu casa y vi en el salón una fotografía en color -la primera que veía- de una preciosa muchacha que resultó ser tu hermana, que trabajaba y vivía en Barcelona, que venía cada verano. Y que vino. Verano del 65. Junio quizás. Y yo, que no había estrenado todavía quince años, empecé a sentirme despertar cosas raras en la sangre y en el sueño y en el corazón. Cosas hermosas que aún hoy, veintidós años después, me desvelan la memoria enamorada cada verano. "Si quieres soñar conmigo -me decía ella- cuenta nueve estrellas durante tres noches; las mismas si puedes, y desde el mismo sitio". Y soñaba con ella. Y no había noche que yo no saliera al patio de mi casa y, furtivo enamorado, apartara nueve estrellas para mis sueños. Un día ella se fue. Y después tú. Hospitalet se llevaba para siempre de mi vida de amistad y de amor dos hermanos a los que quise de muy distinta manera. Tú te fuiste llevándote mi abrazo; ella se fue sin llevarse muchas palabras mías. Y también me fui. Era el año 67 y sentía dolor al mudar el pellejo de una juventud inacabada de unos años con muchos remiendos.

Por eso hoy, que estamos tomándonos unas cervezas, yo me estoy bebiendo muchas cosas, Manolo; cosas que no acabo de beberme, porque me bebo el ayer y en el ayer hay cosas que no me bebí -quizá, "nueve estrellas cada noche"- y que sigo queriendo beberme. Te vas mañana, vuelves a lo tuyo. Yo esta vez me quedo, aunque me voy ahora. Hace veinte años, y por un momento me ha parecido que nada había cambiado desde entonces. Pero despierto cuando el abrazo de la despedida me hace sentir el viejo dolor de aquel día. Todo vuelve a acabarse. Tú has dejado de estar en mi amistad cercana y ella habrá dejado de contar estrellas. Y hoy, como entonces, vuelvo a pensar que el tiempo, a veces, asesina".

Antonio García Barbeito: "Palabras de diario". Ediciones B.

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