12 agosto 2012

0 Y ENCIMA NOS TOMAN POR TONTOS


El exconsejero de Empleo de la Junta de Andalucía imputado en el caso de los ERE fraudulentos y al que, como tonto útil pillaron con el carrito de los helados (nadie en su sano juicio se cree que él solito llevaba el carrito de la malversación de fondos públicos y otras virguerías) ha salido de la cárcel tras abonar una fianza de 450.000 eurillos de nada. Ojo, aportados –según su abogado- por familiares y amigos: “cientos de pequeñas aportaciones, muchas anónimas”. Al Puñetas se le saltan las lágrimas ante tanta solidaridad, tanto dinerito de aquí para allá, ante tanto amigacho como –a miles- debe de tener el señor Fernández. Como si 450.000 euros fueran una migaja, una limosna, se ganaran en una tómbola o a la puerta de una iglesia poniendo el cepillo. 

No es el primer caso en que un político de estos sale con fianza tan elevada y no será el último, pero uno siempre acaba preguntándose: Cuánto más presunto chorizo eres, ¿más amigachos tienes dispuestos a avalarte? ¿Averiguan los jueces si tanto parné se corresponde con nombres y apellidos y declaraciones de renta e ingresos, o si es dinero negro o parte del presuntamente trincado? Uno –muy mal pensado- tiene la impresión que casi todo es mentira, que hay pocos amigos dispuestos a ayudar con pasta al que pisa la cárcel, salvo que sea una inversión: tú me das y yo te recompensaré con interés y, además, me callaré y no diré nada sobre ti. Quizás también pague el partido, o el sindicato o la oenegé o la fundación o se sume a la fianza cualquier subvención oculta, que en esto de hacer trampas en este país somos unos linces ibéricos, pese a que los auténticos –los de 4 patas- están en vía de extinción. 

El Puñetas puñetero tiene la sospecha que los números no cuadran y que los jueces hacen la vista gorda para encontrar explicación a tanto dinerini salido de la “solidaridad” amiga y familiar salvo que se utilice una parte del trincado en los años de tejemanejes. Lo único que está claro es que el dinero de los enjuagues y la corrupción voló y que nunca volverá a su lugar de origen: las arcas públicas, o sea, las de todos. Presiento que muchos saben –y el señor Fernández entre ellos- en qué bolsillos, propiedades, paraísos, etc se encuentra. Desde luego no en los nuestros, querido lector o lectora. Una cosa es que nos hayan robado a manos llenas –y por eso estamos con una mano delante y otra detrás- y otra es que encima nos tomen por estúpidos y subnormales.

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