15 agosto 2012

0 EL PIRATA DE ALTOS VUELOS


El pasado 26 de julio tres aviones de Ryanair, tres,  efectuaron un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Valencia, al que habían sido enviados desde Barajas. El motivo del aterrizaje era el mismo: falta de combustible

El presidente de la compañía irlandesa, un tal O’Leary, es un impresentable de tomo y lomo al que más temprano que tarde (justo cuando uno de sus aviones se la pegue) le ajustarán las cuentas los jueces y las autoridades. Por el momento hace lo que le sale del níspero pues se cree el rey del mambo de la aviación y lo mismo pretende que los menores viajen con DNI, que cobra 50 euros por entrar en alguno de sus aviones con revistas, que se ríe de los empleados despedidos de Spanair o se le ocurren majaderías como que los asientos tendrían que ser verticales o que los aviones comerciales deben llevar sólo un piloto. 

Sus métodos son conocidos y denunciados pero aún así hay miles de ciudadanos que se montan en sus aviones pese a las numerosas incomodidades que tienen que pasar: desde llevar el miedo en el cuerpo por si la maletilla pasa un centímetro de las medidas permitidas y entonces la broma sale 50 eurazos extra, a tener que caminar por la pista del aeropuerto –llueva o haga un sol de justicia- pese a que existen las famosas “jardineras”. Todo un lujo de despropósitos pese a lo cual muchos viajan con la compañía del impresentable O’Leary dado el presunto bajo coste que tiene. Coste que, a su vez, es debido en parte a las subvenciones que recoge de los políticos de medio pelo que mandaron construir aeropuertos en donde apenas había viajeros y que es donde el camarada se mueve como pez en el agua y avión en el cielo. 

Todas sus excentricidades pueden pasarse (ya somos mayorcitos para saber con quién nos la jugamos) menos una: la seguridad. No se trata de las cualificadas tripulaciones de Ryanair, que bastante tienen con aguantar a jefe tan majadero,  sino de un tema tan elemental como el combustible que un avión debe llevar en el depósito. Es ahí donde Ryanair se lo monta en plan rácano y por eso se explica el que, al mismo tiempo, tres de sus aviones tuvieran que aterrizar de emergencia por falta de combustible. Y es que las órdenes son claras: llenar el depósito sólo lo justo. Sí, se cumple con la normativa exigida pero cumpliendo al límite. Luego, cuando surge un imprevisto, como el del día 26 de julio, pasa lo que pasa: mayday, mayday, o aterrizamos ahora mismo o nos estrellamos. Y así hasta tres mayday, mayday en el mismo día y horario. ¿Se imaginan si el resto de las compañías aéreas fueran tan ahorrativas en el combustible como Ryanair? Pues que todas, a la vez, emitirían el mayday, mayday y entonces habría que elegir al azar qué aviocincos aterrizan antes en la pista y qué otros aterrizan como pueden. Como la racanería sólo la hace Ryanair, y lo sabe perfectamente el friki listorro de su dueño, en caso de apuro tiene la seguridad de que su avión recibe la autorización para aterrizar antes que los demás. Listísimo este chiquilicuatre hasta que un día, como decía antes, el truco no funcione y la piña sea de órdago. Entonces el capullito no será responsable de nada (la culpa, de los pilotos, claro), y a otra cosa mariposa. 

Esperemos que Fomento aproveche la acasión para ajustarle las cuentas al tal O’Leary y si se larga, que se largue (otros vendrán a ocupar su lugar y mucho más serios y responsables) y si se pierden puestos de trabajo, otros serán creados por las compañías de la competencia y otras futuras. Todo antes de que un día se produzca una desgracia anunciada.
AL DUEÑO DE RYANAIR SE LAS DEVUELVEN (Encontrado en la interné).

Llega el señor Michael O’Leary (propietario de Ryanair) y entra en un hotel en Dublín. Va al bar de dicho establecimiento y pide una jarra de Guiness. El camarero le informa "Es un euro". El señor O’Leary dice: "¡Qué barato!", y entrega el euro. "Es que nos gusta ir por delante de la competencia", dice el camarero, "pero por lo que veo, no trae usted su propio vaso, por lo tanto le tendré que cobrar 2 euros más por el uso del nuestro". O’Leary, quejándose, entrega los 2 euros y se marcha hacia una mesa. El camarero al ver que va a sentarse, le dice "si se va a sentar, Sr. O’Leary, tendrá que pagar un extra de 3 euros y, como no lo ha reservado, tendrá que pagar otros 2 euros". El Sr. O’Leary se dirige gruñendo a la barra y paga lo que le han exigido. El camarero: "Sr. O’Leary veo que ha traído un ordenador portátil consigo y como no ha mencionado esto antes, debemos aplicar un recargo de 4 euros". Ya harto, el Sr. O’Leary se planta delante del camarero y pegando un golpe con el vaso en el mostrador, espeta: "esto es un abuso, quiero hablar con el director" El camarero le sonríe amablemente y le informa: "sólo se le puede contactar por correo electrónico. Por cierto, el uso del mostrador conlleva un recargo de 2 euros, y si no va a lavar su propio vaso, tendrá que pagar 3 euros más". "¡Ah!, y por favor, recoja antes de marcharse".

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