27 mayo 2012

0 EL FÚTBOL DEBE PAGAR


Ya era hora que en asuntos futboleros hubiera una buena noticia para la mayoría de los ciudadanos de este país: “El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha avanzado que se incluirá en la ley la cofinanciación de los gastos de seguridad en aquellos eventos de carácter lucrativo que impliquen un despliegue importante de medidas de seguridad. Esto afectará a los grandes acontecimientos deportivos y culturales. El titular de Interior hizo una alusión expresa a los clubes de fútbol y planteó que los equipos paguen parte del dinero que se invierte en los operativos policiales durante los partidos”

¡Albricias! ¡Aleluya! ¡Copón fermoso! ¡Por fin un gobierno que, al menos en este asunto, tiene algunas neuronas en el cerebrín! 

Venimos sosteniendo desde hace años que los equipos y federaciones deben pagar los gastos que en materia de seguridad, sanidad, limpieza, etc se originan a las puertas de los estadios y dentro. Ya está bien que sus correrías y juergas privadas sean costeadas en exclusiva por los pringaos que pagamos impuestos mientras que ellos se limitan a mirar para otro lado y engordar su bolsillo. Los privilegios del fútbol (y de algunos otros deportes) deben acabar. No puede ser que los cuantiosos gastos en seguridad que necesita sean pagados en exclusiva por el Estado ni puede ser que, mientras al ciudadano de a pie le embargan la nómina por cualquier minucia de deuda, a los clubes les perdonen o retrasen los pagos a la seguridad social, ayuntamientos y otros organismos públicos. 

Sin embargo, no las tenemos todas consigo. Los beneficios que el futbolín aporta a los políticos (aliena y entretiene a las masas descerebradas) pudiera ser que finalmente pesasen más en la balanza que la porrada de euros que las arcas públicas se embolsarían con el “copago” en seguridad. Y no digamos si presionan la FIFA y la UEFA, que como todo el mundo sabe, son dos organizaciones ante las que los gobiernos pierden el culo y la sesera. 

Nosotros iríamos aún más lejos en las medidas de corresponsabilidad con las empresas futboleras y deportivas. Prohibiríamos, por ejemplo, que celebrasen las victorias en la vía pública, interrumpiendo el tráfico o cortándolo, cuando tienen unos estadios muy hermosos donde podrían hacerlo sin molestar a nadie. Mas no caerá esa breva porque mientras que el personal se entretiene pitando un himno o portando banderas nacionales (habrá algo más estúpido y absurdo que unir deporte y patria…) no se dedicará a otra cosa más provechosa. Por ejemplo: a pitarle en la cara a su Lendakari, President molt honorable o Presidente del Gobierno de turno. El imbécil colectivo no tiene cura y así le luce el pelo.

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