11 marzo 2013

0 LAMENTO POR EL CULTO A LOS LÍDERES

Confieso que no logro entender juiciosamente escenas como las que estos días se han vivido con la muerte de Hugo Chavez. El culto al líder, esté vivo o muerto, siempre me ha parecido una forma más de alienación de aquellos que en vez de vivir como ciudadanos prefieren hacerlo como súbditos, como peleles. La servidumbre voluntaria me espanta contemplada desde la razón, el sentido común, el juicio crítico y la libertad personal.

Entiendo que una persona, miles de personas, ante el uso de la fuerza y de la barbarie de que puedan ser objeto, muestren fervor público a un líder político, a un gurú económico, a un gobierno autoritario. Pero, de puertas adentro, la lógica dicta que esa gente deteste y hasta odie a quien (o quienes) les reprime y tortura.

No entiendo, en cambio, el profundo dolor público que manifiesta tanta gente, tanta masa de personas ante la muerte de un caudillo (llámese Franco, Pinochet, Mao o Chávez), como si el fallecido fuese de su propia familia, de su misma sangre.

Los grandes fenómenos de masas me dan miedo. El culto a un líder, aunque sea un vulgar  famosete de opereta, cine o futbolín, me da grima. La pérdida del culo y de la sensatez ante cualquier cantamañanas que se pone ante un micro, lanza un discurso y verborrea bellas palabras engañabobos me causa incredulidad y desazón. Cierto es que creo bastante poco en el bichejo humano.

Más  que los gobernantes que se creen ungidos por dios, la patria o el pueblo, me ruboriza hasta los tuétanos esa masa de palmeros, de pelotas, de seguidores aborregados o de mamporreros del poder que les ríen las gracias o les lloran en las desgracias. Esos son más peligrosos que los líderes a los que aclaman. Una plebe amaestrada y pesebrera sin la que los dictadores, los gobernantes dicharacheros, los ungidos, ciertos famosos, etc no serían nadie o serían, simplemente, “seres humanos”. Con el calor y las palmas que reciben de manera tan servil, uno entiende que el ego y la autoestima se les suba a la cabeza y  que empiecen a considerarse imprescindibles. Lo dijo el clásico: teme a los que rodean, aclaman y defienden al César porque esos, y no el César, acabarán apuñalándote.

No aprendemos. Ahora ha sido en Venezuela, con un espectáculo llorón rozando lo patético. Antes lo fue con el papa de Roma. Y así va desfilando mucho personal, como si su vida estuviese en las manos del caudillo, del papa, del presidente del gobierno, del jefe o del goleador del equipo de sus amores.  No hay nada más peligroso que este culto tan inculto y esta adoración tan poco adorable. La sinrazón acaba engendrando monstruos y de ellos está la historia llena.

ENLACE: Lea nuestra "cariñosa" sátira a Hugo Chávez publicada en "Paridas Grillescas" el 8 de febrero de 2010 y titulada: ¡EXPRÓPIESE!

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