13 diciembre 2012

1 LOS POLÍTICOS DE PÁVLOV


La verdad es que uno siente algo de pena (no mucha, pero sí una pizca) al ver cómo al ministro de educación Wert la oposición, especialmente la psocialista y la nacionalista, lo está masacrando por tierra, mar y aire. Uno entiende que estos grupos políticos, acostumbrados a ser los únicos que han mangoneado la educación en España y en sus cortijillos autonómicos desde la restauración de la democracia, estén de uñas porque un tipo que no necesita la política para vivir (aunque parece que la política le gusta más que a un tonto un caramelo) tenga el atrevimiento de intentar cambiar algo en el panorama absolutamente desolado en que vive la educación pública, desde el nivel primario al universitario. 

Lo que ya deja de ser tan entendible, entrando de lleno en el terreno de lo paranormal, es el frenesí descalificatorio, insultante, barriobajero, casi mafioso, que algunos representantes cualificados de la oposición están empleando con el ministro. Pasar de la crítica, incluso destructiva, al insulto constante y la descalificación obsesiva,  en una instancia tan ejemplarizante como debería ser la política, es algo no sólo inaceptable (si hiciésemos lo mismo los ciudadanos esto sería un sin vivir) sino que debería ser divulgado en grandes tratados enciclopédicos por quienes conocen mejor que nadie la parte más enferma, rara y grotesca de la mentalidad humana: los psiquiatras de alto copete.


Al ministro le han llamado “incapaz” e “inútil” desde la bancada psocialista, esa que hace años olvidó el significado verdadero de palabras como “socialismo”, “obrero”, “izquierda” y hasta “español”. Y así le luce el pelo, pese a que en España hay una mayoría sociológica que se define de centro izquierda o simplemente de izquierda. Pero son sus camaradas nacionalistas, autoproclamados también de izquierdas (dime de qué presumes y te diré de qué careces), los que están dispuestos a declarar la tercera guerra mundial si Wert consigue quitar una gota de inmersión lingüística en el paraíso catalán. Viéndoles echar espumarajos por  la boca ante el estímulo leguleyo presentado por el ministro, a uno le vienen a la mente los famosos perros de Pávlov.

Da igual que hayan pasado casi 40 años desde el fin del franquismo, que la última guerra civil o el nazismo tuvieran lugar hace casi el doble de tiempo, que el idioma catalán esté más floreciente que nunca  y que ellos sean los reinones de su queridísimo país, nación o galaxia. Como los perros de Pávlov, en cuanto alguien comete la torpeza o el tino de tocar algún axioma, alguna creencia o algún particular interés de los susodichos, empiezan a salivar a mansalva poniendo como siete trapos al osado que se atrevió a poner en cuestión o meter baza en un territorio que ellos consideran suyo y sólo suyo. Y como tienen esa boquita de piñón tan limpia empiezan a arrojar por ella toda clase de ladridos topiqueros, como si el tiempo se hubiera congelado hace 40 u 80 años, esto es, hablan de la guardia civil caminera, el franquismo, el nazismo y otras guarradas ya felizmente superadas por la mayoría del respetable menos por ellos, gentecilla que se cree alguien -incluso se creen inteligentes y chistosos- porque pisan la moqueta del Congreso de los Diputados o de cualquier Parlamento autonómico.

Veamos algunas salivaciones de estos “perritos pavlovianos” politiqueros:


El Govern, los partidos catalanes -menos PPC y Ciutadans-, y el Consejo Escolar de Cataluña han reclamado al Gobierno una "enmienda profunda" a la ley de reforma educativa del ministro José Ignacio Wert por su "ataque" a la inmersión lingüística, por lo que advierten de que actuarán de forma unilateral. Estos van de finos aunque esconden palabras muy gruesas: no piensan cumplir la ley a pesar de que ese es su primer mandamiento como gobernantes y responsables políticos.  Mientras los ciudadanos tienen que tragar con todas las satrapías que a ellos se les ocurren, la viceversa no les va. Sólo un pueblo culto y libre (o sea, ninguno) podría dar su merecido a este tipo de sacamantecas: mandarlos a freír puñetas, a la calle, donde hace mucho frío, hay que fichar ocho o más horas por un mendrugo de pan y encima te pisotean si abres la boca defendiendo lo tuyo frente a los que mandan y roban envueltos en tu bandera, a la que ensucian. O sea, ellos.

Los de Izquierda Plural (que por mucho que se escondan en siglas y siglas no dejan de ser el de siempre, el Partido Comunista) acusan al ministro de “franquista”.  Mis cuates deberían ser un poco más originales pues el término lo tienen demasiado sobado, aunque en mi opinión no podrán serlo mientras sigan teniendo “franquitis”, una antigua enfermedad típicamente española y prácticamente erradicada a nivel ciudadano (quien la originó palmó hace cuatro décadas) aunque aún pervive en el cerebelo de algunos sectores politiqueros, como es el caso. 

Los del Pnv y Psoe acusan a Wert y su partiducho de “querer un sistema educativo para ideologizar y adoctrinar”, para “segregar y separar a los alumnos fracasados” y “para imponer un sistema católico uniformador”.  O son amnésicos y ya se les olvidó que eso mismo era y es lo que hicieron y hacen ellos o tienen la cara más dura que el hormigón. Pero angelicos del Señor, ¿alguien se imagina un sistema educativo que no adoctrine? A ver, ¿dónde está que no lo veo? El problema es que no aceptan más  adoctrinamiento que el suyo.


Pero el colmo pavloviano, las toneladas de saliva enrabietada y furibunda, se localizan en esos camaradas de la izquierda nacionalista catalana que lucen las oscuras y  centenarias  siglas de ERC.  Los ezquerros, además de acusar al ministro de terrorista social, le han llamado nazi. “No acataremos, ¿pondrán un guardia civil en cada aula?”, “Quiere liquidar la escuela en catalán”, “No se le ocurra tocar a nuestros hijos”, “Tendrán enfrente a un país entero en defensa de un modelo de éxito”.

A los alegres chicos de ERC es que les llevas la contraria o pones en solfa algunas de sus salivaciones y se suben a la parra en menos que canta un burro. Y es que son el guardián de Cataluña: nuestros hijos (los de todos, no sólo los suyos), un guardia civil en cada aula (cuentan con todos los profesores como fieles lacayos), un país entero (será por eso que les vota el 100% de los catalanes), un modelo educativo de éxito (pues vale, pues de acuerdo, basta veros a vosotros). En fin, una subida de adrenalina la de estos camaradas que esperemos se quede simplemente ahí porque a alguno puede venirle el infarto o el ictus con tanto tremendismo visceral.

De modo que, si yo fuese el ministro Wert, cogería el petate y me largaría a mi casa con tal no de aguantar a semejante pandilla de pigmeos políticos, escasos de imaginación (hasta para insultar les falta ingenio e intelecto) y a los que no puedes responder como se merecen porque lo mismo hasta te arrean un puñetazo y venden que tú has sido el agresor. (De Tardá yo me esperaría todo, dios qué hombre tan brutote, menos mal que no da clases en el Instituto desde los tiempos de Adán y Eva, pobres alumnos míos, aunque lo mismo, quien sabe, lo mismo es un señor tiernísimo que, excepto cuando le entra la neura y la salivación nacionalista, dan ganas de darle un terrón de azúcar para acompañar su dulzura personal).


Así que yo me iría: “Váyase, señor Wert”. Porque, y esa es otra, su ley es tan mala como las que tenemos, lo cual tiene mucho mérito porque mira que sería fácil hacer algo mejor. En eso coincide con casi todos sus homínidos de profesión: los alumnos están para adoctrinarlos, los profesores están para obedecer como si fueran piezas de ajedrez y el objetivo esencial no escrito es que el personal salga de las aulas psíquica e intelectualmente indocumentado evitando así los riesgos consiguientes para el sistema político, social y económico que les alimenta a ustedes (capaz de permitir, por ejemplo, que un trabajador sea despedido pagándole una miseria mientras que si es un mandamás lo hace con cláusulas y blindajes millonarios) y del que son vulgares marionetas.

Acabo dejando escrito aquí, y con mayúsculas, lo que considero un axioma (el firmante, en su modestia, también los tiene) que viene al pelo: HAY NIÑOS DE 4 AÑOS QUE TIENEN MÁS SENTIDO COMÚN, IMAGINACIÓN, VERGÜENZA Y EDUCACIÓN QUE ALGUNOS DE ESTOS POLÍTICOS PAVLOVIANOS QUE GOBIERNAN EN ESPAÑA Y EN SUS MÚLTIPLES CORTIJOS.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta gente, más que ayudar, empieza estorbar...

MEJORANDO LO PRESENTE

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