18 abril 2012

0 EL NIÑO DIOS EN EL PESEBRE






De pequeños nos narran el cuento de Caperucita Roja, el de los Tres Cerditos y los Siete Enanitos, el del Sastrecillo Valiente, el de Pinocho y otros. También nos narran, como si fuera un cuento, el del Nacimiento de Jesús. (...)

Antes de alcanzar el uso de razón, los españoles estamos perfectamente familiarizados con el penoso viaje de la Virgen y san José, que llegan a Belén en pleno invierno y, a falta de posada, se ven obligados a cobijarse en una cuadra ruinosa del extrarradio donde la Virgen da a luz y como no tienen cuna (y eso que el supuesto padre era carpintero ¡en casa del herrero, cuchillo de palo!), acomodan al Niño en un pesebre donde un buey y una mula se apiadan de la criatura y lo caldean con su aliento perfumado de heno y de hierba. En esa tesitura, los ángeles bajan del cielo para anunciar el Nacimiento del Niño Dios a unos pastores de cuya salud mental es lícito dudar, puesto que están apacentando a sus ateridas ovejas en una heladora noche de finales de diciembre ignorantes, al parecer, de que el ganado ovino no come a esas horas. Tras los pastores, o quizás antes, llegan tres Reyes Magos procedentes de Oriente que llevan meses siguiendo una estrella que les anuncia el Nacimiento del Redentor de la humanidad. 

De pronto, el toque dramático: los Reyes Magos hacen una visita de cortesía al rey Herodes e imprudentemente lo informan del Nacimiento del futuro rey de Israel. El suspicaz monarca se preocupa. 

—Lo único que me faltaba —rezonga—. La balanza de pagos por los suelos y ahora me nace un rapaz que anuncia golpe de Estado en cuanto alcance la edad necesaria. 

El rey de Judea decide cortar por lo sano: ordena a sus esbirros que liquiden a todos los niños menores de dos años de Belén y su entorno, que más vale prevenir que curar. Pero José y María, avisados oportunamente por un ángel, han huido a Egipto y han puesto a salvo al Divino Niño. (Un problema de fondo moral: ¿no pudo el ángel avisar al resto de los padres con niños menores de dos años de lo que se les venía encima para que pusieran a salvo a sus pequeñuelos?).

Nos lo relatan como un cuento infantil, pero cuando crecemos (y desarrollamos el escaso margen de raciocinio que nos permiten) advertimos que Caperucita, Blancanieves y el Sastrecillo Valiente son ficciones, que Pinocho nunca existió (aunque sí Pinochet), incluso que los Reyes Magos son, en realidad, los padres, quienes forzados por la sociedad de consumo y por la agresiva publicidad de la televisión, se gastan un pastón en adquirir juguetes para unos niños malcriados y pedigüeños que ni siquiera les agradecen el sacrificio económico que realizan, puesto que creen que los regalos proceden de Sus Majestades los RR.MM. de Oriente, a los que consideran unos perfectos gilipollas que se pliegan a sus exigencias en lugar de castigarlos con el saco de carbón que en justicia merecerían por el desastroso rendimiento escolar sumado a las putadas que perpetran contra sus padres y contra el mobiliario urbano a lo largo del año. 

Sin embargo, seguimos creyendo en la Anunciación, en la concepción virginal, en el pesebre, en la matanza de los Santos Inocentes, en la huída a Egipto y en todo el pack navideño. ¿Por qué? 

Los hipercríticos y los descreídos creen tener la respuesta: os parece verdad porque vuestra mamá, la catequesis y el colegio de curas os han impreso indeleblemente esa patraña en el disco duro del cerebro para que, cuando alcancéis la madurez del sentido común, ni os planteéis si es verdad o mentira. 

Por eso lo aceptáis, por absurdo que parezca, sin cuestionarlo bajo el escrutinio de la razón. Incluso lo creen personas instruidas que siguen siendo católicas y se creen las pamemas evangélicas que les lee el cura en el sermón dominical. 

Eso piensan los descreídos, pero ¿no es más cierto que Dios ha sembrado la semilla de la fe en nuestros corazones y que por eso acatamos las mentiras que en nuestro corazón, siempre infantil, son verdad? Otra vez el teólogo americano san Mark Twain: "Fe es creer en lo que se sabe que no existe". 

Juan Eslava Galán: "El catolicismo explicado a las ovejas". Editorial Planeta.

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